miércoles, 4 de febrero de 2009

LOS EPITAFIOS EN LAS ESTELAS FUNERARIAS ROMANAS

Sin lugar a dudas, el museo municipal “Quiñones de León” de Vigo, posee una de las colecciones mejores de estelas funerarias romanas de toda la península ibérica. Sin embargo, las lecturas que nos ofrecen no nos ofrecen unos epitafios, tan interesantes como los que veremos a continuación.

Vayamos al tema. En el interesante libro de Antonio García y Bellido titulado "Veinticinco estampas de la España Antigua" son tratados diferentes aspec­tos relacionados con nuestra península en época romana.Un apartado de dicha obra, lo dedica el mencionado autor a estudiar y comentar algu­nos epitafios grabados en estelas, que por su peculiar significado, analizaremos algunos casos ahora, recomendando al lector de este blog, este pequeño pero curioso libro.

"A partir del siglo III el rito de la cremación fue cediendo ante la mo­da, cada vez más extendida, de ente­rrar intacto el cadáver, es decir, de inhumarlo. Los cristianos ya lo ve­nían haciendo desde comienzos de la Era. Estos enterramientos lleva­ban un ara o estela funeraria como señal exterior y en ella el epitafio". Normalmente se solía encabezar es­te epitafio con las palabras "Dis Manibus" que hacían alusión a los dioses que debían proteger al muerto en la otra vida. Luego se ponía el nombre del fallecido, su edad, su condición, oficio, datos sobre su vi­da, etc. Finalizaba con la consabida fórmula "sit tibi terra levis" (esto es, seate la tierra leve o ligera) con la cual se deseaba al muerto paz en su tumba.

Pasamos seguidamente a parar­nos en varios y curiosos epitafios que han llegado hasta nosotros, al­gunos llenos de dolor y ternura poé­tica, otros más simples y hasta algu­nos que nos señalan la circunstancia de la muerte del difunto. Los hay breves y extensos, poéticos y narra­tivos, pero todos ellos reflejan un gran sentimiento.

Así para empezar, tenemos una lápida encontrada en Tarragona en la que podemos leer lo siguiente: "Sepultado en este túmulo yace aquí el joven Aper, el forjador aquél, cuya juventud mientras vivió fue in­tachable. Viviste pobre. Con los amigos fuiste entrañable. Viviste treinta años, dos meses y ocho días. ¡Ay dolor! ¡Ay llanto! ¿Dónde te buscaré yo, mientras hijo? Estas lá­grimas, vedlo las derramo ¡ay triste de mí! como padre sin hijo. Me falta hasta la luz. De dolor se debilitan mis miembros. Más valiera que fue­ses tu el que hiciera por mi este fúne­bre obsequio. Si hay entre los dioses Manes ra­zón, llevadme a mí, padre desdicha­do. Ya me quedo sin luz puesto que te he perdido, hijo. Viandante ! ya prosigas tu camino, ya pases o te de­tengas un momento y leas el epitafio en mármol a cincel labrado que yo, su padre, hice a su hijo dulcísimo, lleno de amor para mi, bien lo dice la inscripción: en el túmulo quedan en­terrados los restos. Adiós para siem­pre jamás, hijo carísimo".

De Mérida tenemos una inscrip­ción que nos habla del cordial reco­nocimiento de un amo a su esclava, que muerta ésta, le dedica un monu­mento funerario con el siguiente epi­tafio: “A Fortunata, sierva fidelísi­ma, cuidadora y amante de su amo. Solvianos mandó hacer este monu­mento en memoria de persona tan acreedora".

Como anota García y Bellido, en la siguiente inscripción funeraria ha­llada en Tarragona, vemos un caso magnífico de "contabilidad matri­monial". En el epitafio de una espo­sa a su marido en el que señala con precisión el tiempo exacto que vivió con él: "Monumento a Cornelius Iulianus que murió a los treinta y un años, cinco meses y veintinueve días. Lucía Valeria su esposa se lo consagra a su querido esposo con el que vivió diez años, cuatro meses y veintinueve días".

Del peligro que encerraba el efec­tuar viajes en aquella época, tene­mos varias muestras que nos hablan de ello. De Navarra poseemos una lápida funeraria de un viajero que fue asesinado por unos bandoleros: "Aquí yace Calaetus, hijo de Eguesi, de veinte años de edad, que fue asesinado por unos ladrones. Acnon, su madre, hizo levantar este monumento a su costa".

De una localidad cercana a Carta­gena es la siguiente, mas poética, que la anterior, pero también trági­ca: "La tierna edad de Lusius se ha­llaba adornada en su incipiente ju­ventud de fuerzas vigorosas. Año­rando los abrazos de su querida hermana pretendió cubrir muchas millas de camino, pero fue asesinado por el inesperado y malhadado tro­piezo con unos bandoleros. Así se llevó su cuerpo una desgracia cruel. Yo creo que al extinguirse tan pre­maturamente su tierna edad, si bien le privó del recuerdo de ratos felices, también le evitó el tener que memo­rar los amargos".

Otros efectuaron largos viajes con suerte y al finalizar el recorrido, levantaban a los dioses un monu­mento, en cumplimiento del voto he­cho y en gratitud de haberles protegi­do durante la realización del viaje. Así es el caso de un tal Flavius Ma­gilo que viajando hacia Roma, tuvo miedo de perder la vida en los Mon­tes Apeninos y realizó un voto a Ju­piter Appeninus, que cumplió a su regreso. La inscripción está en el Museo de Pamplona y dice: "¡Oh (Júpiter) Appeninus, favorecedor mío! Yo, Flavius Magilo, vencedor y alegre, te dedico ahora estas ofren­das prometidas cuando suplicante y temeroso iba camino de los altos te­chos de Roma. Sólo quiero que reci­bas propiciamente lo que te ofrezco, el ara, la palma y la víctima".

Curioso es un epitafio de un epi­cúreo, que al "reconocer que la vida es breve, recomienda gozar de ella a grandes tragos". Esta lápida debió pertenecer a un tribuno militar de la Legio VII Gemina que vivió en la época del emperador Caracalla, esto es, hacia inicios del siglo III después de Jesucristo. Dice: "Vive alegre cuanto vivas. La vida es un pequeño regalo, en un instante adviene, in­sensiblemente se afirma, pero muy luego se va insensiblemente tam­bién".

Podemos finalizar, con una bella inscripción encontrada en Peñaflor, cerca de la desembocadura del Genil y el Guadalquivir, que corres­ponde a un rico agricultor, gran afi­cionado a la caza y a la pesca. Escri­ta en bellos versos se puede datar hacia el siglo I después de Jesucristo y dice: "A los dioses Manes. Aquí yace Quintus Marius Optatus, natu­ral de Celti y de edad de veinte años. ¡Ay dolor! ¡Oh tu caminante, que pa­sas por la acera de este camino! enté­rate de quién fue el joven cuyos res­tos mortales se guardan dentro de es­ta tumba. Apiádate de él y ofrécele tu saludo. Era diestro en lanzar el ar­pón y el anzuelo al río, donde cogía abundante pesca; sabía como caza­dor hundir su jabalina en el corazón de bravías fieras; sabía también aprisionar a las aves con varetas ar­madas en liga. Además cuidaba del cultivo de los bosques sagrados, y a ti, !Oh Diana!, en Delphos nacida, casta, virgen y triforme luna, erigió un santuario tutelar de la umbría flo­resta cumpliendo el voto hecho."

Nota.- En la fotografía, bello ejemplar de una estela romana romana que se puede contemplar en el Landsmuseum de Mainz (Alemania), perteneciente a un importante legionario romano, a juzgar por el bello y minucioso trabajo realizado en piedra.

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